Los reyes magos y la propulsión a chorro
- Escritorio Emergente
- 6 ene 2020
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Actualizado: 8 ene 2020
(Un texto de Petra)
-Mira eso que se ve en el cielo- me dijo Elba.
Recuerdo que estaba muy contenta con el vestido nuevo color verde limón que mis papás me habían comprado, con motivo de las fiestas de navidad. Era de una tela que parecía papel, muy suave, con la falda en finísimo tableado, que al tomar dos extremos de la tela y jalarlos con suavidad, inmediatamente se formaba una especie de abanico doble. Era lindo mi vestido, el único que me puse con gusto.
Detestaba los vestidos porque me limitaban en los juegos y demás actividades que solo les permitían a mis hermanos por ser hombres. Pero ese, ese si era un vestido que valía la pena. No tenía encajitos, moñitos, u otro tipo de adornos. Solo una tira de tela de organdí en forma de lengua, salpicada con delicadas florecitas en otro tono de verde y bien cosida al pecho, no se levantaba, eso fue otro de los detalles que me gustó.
Mire hacia arriba y vi algo que nunca había visto, una larguísima cola de humo perfectamente delineada en el cielo de un hermoso y limpio azul. Extrañada le pregunté a Elba:
-¿Qué es eso?
Ella, exagerando el gesto, dijo:
- ¿No sabes?
-No- le dije perpleja, sin dejar de ver aquella perfecta raya blanca que seguía avanzando, como si una mano la fuera trazando en la punta con algún aparato de precisión. Ella sonrió y me dijo:
-Pues son los reyes magos.
-¿Los Reyes magos?- pregunté azorada y veía más atentamente sin lograr distinguir a ningún de ellos-. ¿Pero donde están que no los veo?- le dije. Ella me contestó:
-Es que no se pueden ver. Eso que se ve allá, es el polvo que levanta los camellos, elefantes y caballos, es una caravana, son muchos porque llevan los juguetes que mañana van a repartir a todos los niños de la tierra.
La sensación de felicidad de saber que los reyes ya venían para traernos los juguetes a la casa, fue rebasada por una emoción indescriptible al comprobar que los Reyes magos si existían, ¿cómo dudarlo? Si tenía ahí la prueba más clara, más verdadera.
No recuerdo cuánto tiempo me quede ahí, sentada en una de las piedras de cantera colocadas en el patio de la vecindad en donde vivíamos. Viendo en el cielo aquella polvareda blanca, perfecta, el camino que aquellos legendarios hombres de la Biblia recorrían. Tal y como mis papás y las monjitas de la escuela nos decían, ¡los Reyes Magos si existen! Esa certeza me acompañó siempre y me protegió del innoble afán de las niñas mayores de la escuela, cuando aseguraban que ellos no existían.
Fue mi papá, quien si saber de lo que yo consideraba una privilegiado secreto, me platicó sobre la propulsión a chorro y la gran altura que los Jets, entonces lo más avanzado de aeronáutica de pasajeros ganaban, al romper la atracción de la tierra y la estela blanca que dejaban en el cielo. Recuerdo que pretendí no entender lo que me decía, no podía aceptar que aquella línea blanca que vi en el cielo años antes, no era el camino de los Reyes Magos, cursaba entonces el quinto año de primaria.
Justo después de la revelación, cuando llegó de nuevo el 6 de enero, los Reyes Magos se encargaron de darme la puntilla. Junto a una hermosa y enorme muñeca Beatriz, me dejaron un escueto mensaje: Que como ya estaba a un año de terminar la primaria, ese sería el último regalo que recibiría de ellos, pues no se consideraba correcto que, a esa edad aún quisiera juguetes, recomendándome puntualmente que no dijera nada de eso a mis hermanos menores, sin omitir la promesa de algún castigo si no cumplía la petición.
Después de 5 décadas, a veces cuando veos las estelas blancas en el cielo aquella sensación de plenitud y gozo se presenta, arrancándome hondos suspiros e inexorablemente el recuerdo del vestido verde limón también se me revela.
De la creación del cerebro humano, son los aviones, algo que nunca deja de impresionarme... y atemorizarme.

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