top of page

La virgen del pueblo

  • Foto del escritor: Escritorio Emergente
    Escritorio Emergente
  • 18 ago 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 27 ago 2019

(Un texto de Petra)

Tu cara morena se miraba como la de una Virgen, Hortensia. Me acuerdo que cuando era niña, me traían a tu casa. Tu sonrisa afable nos recibía, tu voz era sonora como de bocina vieja, tu don de pláticas largas con anécdotas del pueblo, mantenían la atención sin cansancio. Era uno de tus atractivos además de tu deliciosa comida. Tu vida de pureza se encerró entre tu cocina de cacerolas humeantes, tus ancianos padres y el consuelo de tu fe. Así pasó la primavera, el verano y el otoño, cuando despertaste tus padres se habían marchado.

-¿Por qué no se casó la señorita Tencha?

-Porque eran los ricos, ella era instruida, ningún muchacho era merecedor-, decían por lo bajo en el pequeño pueblo.

Tantos te quisieron y no fuiste de nadie, Hortensia. La tarde de tu invierno moría frente al inmenso montañoso, tenías para ti el goce azul, el firmamento inacabable, los vientos fríos con los que congelaste tus ganas para siempre, el resplandor de los colores ardientes en lontananza, en los confines de la playa donde desemboca el mar.

Encandilaste mis ojos por largos minutos. Como no reparé antes en tu belleza serena, en tu nariz de ave de la montaña, en tus finos labios que no conocieron beso, tus pómulos saltados se quedaron esperando la caricia de unos dedos tibios. Tus grandes ojos ahora cerrados y pálidos nunca se entornaron de placer. La señorita del pueblo, así te decían.

El rebozo azul celeste con matices bugambilia que te envolvía, apenas lograba ocultar tus trenzas plateadas cuidadosamente acomodadas como las de una niña. Siempre te peinaste así, solo que ahora los moños que las adornaban eran más grandes y de listón blanco, a juego con tu mortaja.

-¡Su suéter! ¿Donde está su suéter?-. Pregunto tu madrina de los Santos Óleos.

Tus hermanas corrían por toda la casa, buscando en cada uno de los cuartos viejos de madera ahumada. Tu cuerpo, tendido entre flores y cera en la casa nueva, abrazado por el viento que silbaba entre las montañas, recibía indiferente, frío, los cánticos fúnebres.


-¿Por qué no se casó?-, preguntó curiosa una niña que asistió a tu entierro.



 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2023 por NÓMADA EN EL CAMINO. Creado con Wix.com

  • b-facebook
  • Twitter Round
  • Instagram Black Round
bottom of page