La traición
- Escritorio Emergente
- 4 ago 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 27 ago 2019
Un texto de Lety Altamirano
Cuando se casó su tía Ana, hermana de su papá, Lita solo contaba con tres años, el matrimonio de su tía y Román había sido muy feliz y próspero, se entendían de maravilla; el rancho en donde vivían, poco a poco había ido mejorando gracias al trabajo y esfuerzo de los dos. Eran una pareja muy bien avenida, por estas razones el papá de Lita, Andrés, les pidió que fueran sus padrinos de bautizo, ellos aceptaron gustosos y se convirtieron en los segundos padres de la nena.
Pasaba el tiempo y desafortunadamente, su madrina Ana no lograba quedar embarazada, y el matrimonio sentía que les hacía falta un hijo en casa; así que decidieron hablar con el papá de Lita, para que les diera a su ahijada, y se pudieran encargar de su crianza. Andrés, que era un joven viudo de diecinueve años aceptó, pues no tenía tiempo de atenderla, y así la pequeña se fue a vivir a su nuevo hogar con sus padrinos.
Lita consideraba esa época, como la mejor de su vida, decía que el ambiente que reinaba en casa de sus padrinos era de mucho cariño y respeto, en la niña depositaron el amor de padres que tenían para los hijos que no habían podido tener. Su tía, la quería mucho y le prodigaba atenciones y afecto como si hubiera sido su propia madre. Ahí sí era feliz, decía, no como en la casa de su abuelo paterno, donde sus tías, peleaban constantemente con ella y la regañaban por todo.
Lamentablemente la felicidad no dura para siempre, y al cabo de tres años de estar con ellos, sus padrinos decidieron llevar a su rancho a la hermana de su de su tía Anita, la Lola, que contaba con dieciséis años de edad y era quien peor la trataba en casa de su abuelo. Su mamá Anita como ya le decía la niña, le explicó que necesitaba de ayuda en los quehaceres del rancho, y que su hermana Lola se había ofrecido para ello y que además ella se iba a sentir muy contenta de tener a su hermana en la casa. Su padrino le dijo “Murruñita no seas celosa, a ti siempre te vamos a querer como a nuestra hija”, la abrazó, la besó y Lita ya no expresó nada más en contra de la llegada de su tía. Sus padrinos la habían convencido amorosamente.
Llegó el día en que su tía Lola se presentó en el rancho de sus padrinos, era muy diligente en los quehaceres y muy atenta con su cuñado Román, lo que se le hacía normal a la madrina, pero no a la niña que tenía una muy mala imagen de ella. Con Lita nunca pudo congeniar, además de que a la joven no le interesaba ni tantito lo que pensara la pequeña.
Su mamá procuraba siempre llevarle a su esposo Román comida al lugar donde estuviera trabajando en el campo, normalmente iba en compañía de Lita y dejaba encargada de la casa a su hermana. En cierta ocasión en que su mamá Anita se sentía mal de salud, le pidió el favor a su hermana de que fuera ella quien llevara la comida, y Lola muy gustosa aceptó, no quiso que la acompañara su sobrina porque se iba a tardar más, dijo, y ya era tarde. Ese fue el comienzo de la tragedia.
Como su mamá siguió enferma, en los días posteriores fue su tía la encargada de llevar la comida a su padrino Román, mientras la niña se quedaba acompañando a la enferma, pero un día olvidó las tortillas y Anita le dijo a la pequeña que la alcanzara, que su padrino no podía comer así nada más. La chiquilla por más que apresuró el paso no la alcanzó; al llegar a donde estaba trabajando su padrino, solo estaba la comida y de ellos nada. Escuchó ruidos entre las milpas y calladamente se acercó para ver que era. ¡Grande fue su sorpresa al verlos besándose con poca ropa!, se alejó de ahí sin hacer ruido, ellos no la vieron.
No dijo nada a su mamá Anita, pero observó que sus padrinos tenían discusiones que antes no pasaban, él le reclamaba a su madrina el que no se curara, pues ya era mucho tiempo de estar en cama enferma, y necesitaba que lo atendiera, que para eso era su mujer. En esa ocasión vio a su madrina llorar como nunca, por eso al otro día con gran esfuerzo se levantó de la cama a hacer las tortillas para su esposo, pero su padrino Román se las dejó en la mesa, se fue sin comer, argumentando que no le habían salido bien, que estaban duras, pues ya ni eso se acordaba como hacer bien. Lola le dijo que no se preocupara, que ella echaría más tortillas y se las llevaría con la comida para que no se malpasara. Su madrina Anita le expresó a su hermana: “Que haría sin ti, Lola”, y le agradeció su bondadoso gesto.
Pero Lita no creía en tanta bondad de la “loca de su tía Lola”, así que sin que se diera cuenta la siguió, y lo que vio, le confirmó que ella era el motivo de que su padrino tratara tan mal a su mamá: ¡Su tía era la querida de su padrino! En esa ocasión regresó corriendo a la casa y le contó a su madrina lo que había visto, sin embargo, ella le pidió que no dijera nada a ninguno. Vería la forma de regresar a su hermana con su papá, sería hasta entonces cuando trataría ese vergonzoso asunto y arreglaría cuentas con su hermana.
El ambiente en la casa se había tornado muy ríspido, su madrina no sanaba y su padrino cada vez la trataba con más desprecio, mientras que a Lola la trataba con mucha cordialidad. Sin que sospecharan llegó inesperadamente el papá de las dos hermanas, diciendo que tenía que llevarse a Lola, pues la necesitaba en su casa; su madrina Anita, que había mandado por él en secreto, estuvo de acuerdo, pero su Padrino Román se opuso tajantemente, sin embargo, su abuelo no cedió y se llevó a su hija. Su mamá decidió seguir guardando el secreto.
Román después de que se fue Lola. se puso muy agresivo con Anita, a diario encontraba un motivo para pelear con su esposa, y a Lita ya ni la volteaba a ver, había dejado de ser el buen hombre que ella conocía. Una mañana antes de irse al campo, le reprochaba a su mamá que no tuviera lista la comida como a él le gustaba, que si estuviera Lola otra cosa sería. Anita no se pudo contener y le gritó lo que sabía acerca del amorío que tenía con su hermana, le dijo enojada que le iba a avisar a su papá y a sus hermanos lo que había pasado entre ellos. La niña observaba asustada la escena desde un rincón de la cocina, vio que su padrino sacó la pistola que siempre llevaba en la cintura y le disparó a su esposa, matándola al instante.
Montó en su caballo y se fue del rancho, Lita corrió a decirle a un mozo lo que había pasado, éste, a su vez, mando avisar a la familia de la difunta, llegando horas después a recoger el cuerpo, sus hermanos y su papá. La niña estuvo cuidando el cuerpo de su mamá Anita, acompañándolo con una veladora. Llorando y pensando que una vez más había perdido a su mamá. Cuando llegaron la pequeña les contó en medio del llanto lo que había sucedido.
A su mamá Anita, una hermana ejemplar y tan querida por toda la familia, le dieron cristiana sepultura. Mientras esto ocurría su padrino Román había pasado por su tía Lola, quien gustosamente aceptó escaparse con él. Así aanduvieron siempre a salto de mata, no tenían paz, los hermanos de la difunta Anita, se dedicaron a perseguirlos de manera constante; después de que había sido el cuñado más estimado, ahora era el más odiado por todos. Lita contaba que en una feria de un pueblo su padrino tuvo que disfrazarse de mujer para que no lo agarrara su tío Cástulo, que era bien malo y ya había asesinado a varios hombres, pero finalmente, después de ocho años de andarlo persiguiendo, lo mató.
Lola, quien tampoco había tenido hijos con Román, fue recibida nuevamente por sus hermanos, aunque siempre fue mal vista por todos. Ella representaba la deshonra y la traición en la familia.

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