La Chapis
- Escritorio Emergente
- 24 feb 2020
- 2 Min. de lectura
Un texto de Javier Sarmiento Jarquín
Voy a contarles una historia de vida como la de tantas mujeres en nuestro país. Durante mi práctica médica, conocí a una dama joven a través de unos amigos en común le decían “La Chapis”, tenía la belleza característica de la mujer costeña, de fácil comunicación muy agradable en su trato personal, llegaba al pueblo solo en las festividades del día de muertos y decembrinas, pues trabajaba como recepcionista en un hotel de muchas estrellas en el puerto de Acapulco. Yo me quedé prendado de su belleza.
Y ésta es su historia: Trabajando en el hotel mejoró su estatus social y económico, se compró un departamento y por su puesto un automóvil. Pretendientes los tuvo, pero quería seguir superándose y no atarse con una relación formal, el destino le tenía reservada otra situación. En una de tantas se le descompuso el coche y lo llevo a un taller mecánico que le recomendaron y ahí conoció al encargado del taller, hombre guapo, de cuerpo atlético que solo al verlo quedo prendada de él, lo mismo le pasó al mecánico: un amor a primera vista.
Él le pidió su número de teléfono, ella no tuvo inconveniente en dárselo y se dieron las citas amorosas, le pidió que se unieran como pareja ella aceptó, también le pidió que renunciara al hotel y “La Chapis” dejó su trabajo. Las cosas no fueron nada bien en el taller y aprovechando que ella estaba muy enamorada le pidió que vendiera su departamento y se fueran a vivir al pueblo de ella, el pondría su taller, aceptó gustosa pensando que le iría mejor en el pueblo pues, aunque tenía “mala suerte” era buen mecánico. Así se instalaron en el pueblo en un vecindario con los tres niños que ya habían procreado.
Ahí comenzó el calvario de “La Chapis”, el mecánico empezó a embriagarse constantemente, a celarla con todos y por todo, al principio con maltrato emocional al final con maltrato físico pues se volvió muy agresivo. Comentaban sus vecinos que la golpeaba como si fuera un hombre, arrastrándola de los cabellos por todo el patio, la dejaba encerrada con en un cuarto con sus hijitos.
En una de estas ocasiones, llegó al hospital donde yo trabajaba después de la golpiza recibida, cual fue mi sorpresa de encontrarme a “La Chapis”, una mala caricatura de la mujer hermosa que yo había conocido. Me contó su calvario, le hablé a sus familiares que acudieron a verla, le propusieron que dejara al fulano, que ellos la ayudarían. En su momento no aceptó, pues el mecánico la tenía amenazada, que si lo dejaba le quitaría a sus hijos. Se le propuso entonces llevarla en secreto con unos familiares que tenían en Chiapas. Así lo hicieron, un taxista de confianza la llevó hasta Chiapas, el mecánico nunca se enteró en dónde estaba.
Al cabo de tres meses ¡Oh, sorpresa que nos llevamos!, “La Chapis” con sus tres hijos estaba de vuelta con su mecánico, su argumento: ¡Cómo iba a dejar a sus hijos sin padre!, ¡Eso nunca!, se mudaron nuevamente al puerto de Acapulco y nunca más supimos de “La Chapis”.

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