Dolor
- Escritorio Emergente
- 18 ago 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 27 ago 2019
(Un texto de Conchita Ramírez de Aguilar)
Un día mis hijos aquí me trajeron
ques‘ que pa’ cuidarme, para estar conmigo.
Y dejé mi pueblo entre las montañas
con sus casas blancas y tejados rojos.
Mi pueblo que estaba tan cercano al cielo
encendido de ámbar todas las mañanas
sembrado de estrellas en las noches claras.
Ahí yo podía leer en las nubes:
si vendrían las lluvias, o tal vez sequía.
Allá en mi pueblo sabían mi nombre:
- ¿Qué tal Don Jacinto?
-Buenos días Chinto.
Era respetado, todos me querían.
Aquí ya no puedo subir a la loma
a escuchar los cantos que me trae el viento
y mirar el río que como culebra
atraviesa el pueblo y riega los campos.
Ahora estoy solo, los hijos no vienen:
-Es por el trabajo, entiéndelo Tata.
Nadie me visita, nadie me conoce.
Y aunque duela mucho y me desespere
recuerdo a mi pueblo, allá en las montañas.

Comments