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Leo

  • Foto del escritor: Escritorio Emergente
    Escritorio Emergente
  • 29 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

(Un texto de Conchita Ramírez de Aguilar)


¡Ya llegué!, grito todos los días al regresar de la escuela, cruzo el patio y como siempre, escucho: ¡Nenecita, ven, ¿quieres un taco?, acaban de llegar las tortillas y están calientitas. Es la voz de mi Nana que me llama. Enseguida corro hacia ella y me da una tortilla con salsa molcajeteada-ella dice que es salsa, pero en realidad es tomate cocido y martajado- ¡qué delicia! Es el mejor manjar al regresar de la escuela.

Leo, mi nana, es una indígena mixteca, bajita y pequeña, con un cuerpo donde cabe toda la sabiduría del mundo. Su cabello es azabache, entretejido sobre su espalda como raíces fortaleciendo su vida. Ella no recuerda su edad, a mis ojos de niña, pienso: tiene muchos, muchos años. Me gusta platicar con ella y escuchar como en un cuento sus recuerdos: Me llamo Leonor Gómez Gómez, nací en Huajuapan de León. Me casé, tuve hijos, todos murieron. Vine a Oaxaca, entré a trabajar con tu abuela desde que tu papá era estudiante y aquí sigo.

Mi Nana Leo se levanta muy temprano, como a las cinco de la mañana para barrer las hojas que tira el limonar, lleno de azahares. Es muy valiente porque a esa hora está oscuro y dicen que “penan”. Cuando le pregunto si no tiene miedo me dice: ¡No qué va!, no hay “penas” y si las hubiera serían mis amigas. Más tarde toma su rebozo y canasta para ir al mercado, compra el atole, pan y carne. De regreso, prepara el desayuno de mi abuela: huevos tibios, leche y atole servido en unas tazas grandes, grandes.

Enseguida, después de recoger los trastes, sube a lavar su ropa que más tarde planchará. Me gusta mucho acompañarla y verla, no entiendo como no se quema cuando retira de las brasas la plancha enorme y pesada que desliza sobre su ropa albeante y olorosa a jabón de pasta. Enseguida con sumo cuidado la dobla y la coloca dentro de su enorme y antiguo baúl de cedro. Ahí quedan almidonados e impecables sus vestidos, delantales y refajos. Me gusta mucho tu baúl Leo, huele muy rico, le digo, me contesta sonriendo: Cuando me muera será para ti.

Por las tardes, al terminar la comida y dejar todo arreglado, toma su rebozo y se va al Zócalo. Se sienta en una banca y conversa con los que están junto de ella, todo mundo la conoce. Nenecita, ¿qué crees?, platiqué con unos “gringos” y me dieron estos centavos, la miro sorprendida y me pregunto: ¿cómo puede mi nana hablar con los “gringos” si no sabe inglés?

Después de servirle la merienda a la abuela, lava los trastes, hace a un lado los muebles del comedor, tiende su petate y se acuesta, saca con mucho cuidado un cigarrillo de la cajetilla Carmencita y lo fuma con deleite, para luego, dormir.

Hoy al salir a la escuela, mi Nana me dijo que prepararía arroz con leche para mí. Regresé a casa corriendo y gritando: ¡Ya llegué! No escuché la voz de mi Nana y al voltear, vi que no estaba sentada donde siempre, esperándome. Al oír mi voz, mamá salió y me dijo: Leo resbaló y al caer se rompió la pierna, la llevaron al hospital, ahí se quedará.

Pobrecita de mi Nana, ahora estará sola y con miedo.



 
 
 

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